domingo, 6 de enero de 2019

MEMORIA HISTÓRICA: LA FORJA DE UN REBELDE

La forja de un rebelde nos ayuda a comprender de dónde venimos los españoles, los madrileños… No sé por qué no nos hablaron de esta forja en la Universidad, o sí sé porqué no. Es literatura, es historia, es una novela autobiográfica…Yo estudié en la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense de Madrid y en 1975 cuando murió Franco yo cumplía 20 años, hacía tercero de carrera y mi profesor de Historia Contemporánea era Xavier Tusell, cuando volvimos a clase, después de la muerte del dictador, nos dijo, en esta clase vamos a hablar del general Franco, aunque no tocaba, pero ya solo oír decir general en vez de generalísimo era un puntazo. Creo que Tusell, que por otro lado era un buen profesor, no nos habló de Arturo Barea, tampoco el profesor de literatura Santos Sanz Villanueva nos habló de Barea, la verdad es que teníamos una asignatura muy voluminosa para un solo año.
He leído a Arturo Barea muy recientemente porque estoy interesada en recomponer la historia de mi padre en la guerra civil española y necesito tener una amplia perspectiva. La forja de un rebelde me ha impactado porque es una gran explicación del por qué de la rebelión de un hombre y de un pueblo oprimido. He manejado una edición de Ediciones Turner de 1977, dentro de la colección “La Novela Social Española”. Consta de tres volúmenes: 1/ La Forja, 2/ La Ruta y 3/ La Llama.
El primer volumen titulado La Forja es costumbrista, habla de un Madrid de principios de siglo desde la perspectiva de un niño, hijo de una mujer viuda que tiene que sacar sus hijos adelante trabajando de lavandera en el río Manzanares. 
Lavanderas del río Manzanares, 1923. Memoria de Madrid.
Restaurada por Alicia Álvarez y Sonia Dorado
Barea nos muestra ese Madrid provinciano que vivió cuando los niños jugaban y vivían en la calle, nos muestra personajes pobres y tiernos que nos provocan profundo pesar: Dios premia a los buenos. El pobre Angel se levanta a las cinco de la mañana con las alpargatas rotas a vender periódicos y después duerme a la puerta del teatro desde las doce de la noche que acaba la venta, para poder vender el primer puesto de la cola: El y su madre no ganan apenas para comer trabajando todo el día. En cambio, don Luis Bahía se ha quedado con la mitad de Brunete, echando de las tierras que eran suyas a los pobres a quienes había prestado. No sólo no los castiga Dios, sino que cuando va a san Martín, todos los curas le quieren mucho y le consideran como una buenísima persona porque encarga misas y novenas. Lo que a mí me ocurre en el colegio, pasa en todas partes. Los únicos buenos son los que tienen dinero y todos los demás son malos. Cuando protestan les dicen que tengan paciencia, que ganarán el cielo y que no importa nada lo malo que se pasa en esta vida. Al contrario, que es un mérito, y son dignos de envidia; pero yo no veo que para ganar el cielo, los ricos se metan a pobres.” p. 155
Su amada madre, su tío de mejor posición social y sus amigos y hermanos montan las escenas de esta primera parte, en la que Arturo vive las contradicciones entre la vida en casa de sus tíos y la penuria de su casa y su ambiente. Estudia como pobre con los curas Escolapios, su colegio estaba en la calle Mesón de Paredes, en el Avapiés. Y también nos habla del cómo se vuelve rebelde no aceptando la carrera y las condiciones que le quería imponer su tía, y elige trabajar en una tienda.
La Ruta es el segundo volumen, dedicado especialmente a la guerra en Marruecos donde hace el servicio militar y denuncia la vida corrupta e hipócrita de los oficiales del Ejército español. Es sargento y le encargan de las obras de una carretera y de la contabilidad. Él no estaba acostumbrado a las prácticas corruptas y tiene que aceptarlas y callarse. Otro aspecto interesante son sus descripciones y opiniones sobre el paisaje y la vida en Marruecos. Aprende también a odiar la guerra y expone con pinceladas personajes autoritarios tales como Millán Astray o Franco.
Así nos muestra a Millán Astray hablando a sus legionarios:
 “¡Caballeros legionarios! Sí ¡Caballeros! Caballeros del Tercio de España, sucesor de aquellos viejos Tercios de Flandes. ¡Caballeros!... Hay gentes que dicen que antes que vinierais aquí erais… yo no sé qué, pero cualquier cosa menos caballeros; unos erais asesinos y otros ladrones, y todos con vuestras vida rotas, ¡muertos! Es verdad lo que dicen. Pero aquí desde que estáis aquí, sois caballeros. Os habéis levantado de entre los muertos, porque no olvidéis que vosotros ya estabais muertos, que vuestras vidas estaban terminadas. . Habéis venido aquí a vivir una nueva vida por la cual tenéis que pagar con la muerte. Habéis venido aquí a morir. Es a morir a lo que se viene a la Legión. ¿Quiénes sois vosotros? Los novios de la muerte. Los caballeros de la Legión. Os habéis lavado de todas vuestras faltas, porque habéis venido aquí a morir y ya no hay más vida para vosotros que esta Legión. Pero debéis entender que sois caballeros españoles, todos. Como caballeros eran aquellos otros legionarios que, conquistando América, os engendraron a vosotros. En vuestras venas hay gotas de sangre de aquellos aventureros que conquistaron un mundo y que, como vosotros, fueron caballeros, fueron novios de la muerte. ¡Viva la muerte!” . p. 90
Además posee una sensibilidad que le hace amar a los animales y las plantas, es muy relevante el capítulo dedicado a una higuera centenaria a la que salva: “Estaba sentado sobre una de las raíces de la higuera y los golpes vibraban dentro de mí como una queja. Me daba lástima el viejo árbol y hubiera querido salvarlo” p. 51
El último volumen lo dedica a la Guerra Civil Española y se titula La Llama. Es de una gran sinceridad y crudeza, nos ayuda a comprender su postura ante el asedio de Madrid y su visión de la guerra a través de los cargos que fue detentando como funcionario al servicio de la República en el ejercicio de su deber: trabaja un tiempo en la Telefónica como censor de noticias y después en la radio haciendo un programa titulado La voz de Madrid.
La Telefónica. Madrid

Su mujer e hijos quedan desdibujados por otro amor que le apoya y se identifica con su postura, Ilsa una escritora política austriaca. Madrid, ciudad asediada y sufridora, cobra especial relieve durante toda la guerra, es su escenario y también su amor:
“La Gran Vía, la ancha calle en la que está la Telefónica, conducía al frente en línea recta; y el frente se aproximaba. Lo oíamos. Estábamos esperando oírlo de un momento a otro bajo nuestras ventanas, con sus tiros secos, su tableteo de máquinas, su rasgar granadas de mano, las cadenas de las orugas de sus tanques tintineando en las piedras.”  p. 201
Gran Vía. Madrid
Foto propia

El miedo está casi siempre presente, el terror al que no llegó a acostumbrarse:
“Cuando se corre peligro de muerte se tiene miedo: antes, en el momento o después. También, en el momento crítico de peligro, se sufre el fenómeno que yo llamaré de “visibilidad”. La percepción de todos los sentido y de todos los instintos se aguza hasta un límite que permite “ver”-es decir profundizar- en lo más hondo de la propia vida.”
“Aquellos días del mes de noviembre de 1936 todos y cada uno de los habitantes de Madrid estaban en constante peligro de muerte.” p. 219
Y sobre todo, está con los pobres, con los que sufren:
“Me quedé después largo rato asomado a la ventana, lavando mis pulmones con aire frío. No podía dormir, estaba embrujado. Quería gritar a los generales que se llamaban ellos mismos “salvadores del país” y a los diplomáticos que se llamaban a sí mismos “salvadores del mundo” que vinieran. Yo los cogería y los encerraría en los sótanos de la Telefónica. Los pondría allí en los jergones de esparto, húmedos de nieblas de noviembre, los arroparía en mantas de soldados, pocas, y los haría vivir y dormir en dos metros cuadrados de pasillo, sobre un piso de cemento, entre mujeres hambrientas y trastornadas de histeria que habían perdido su hogar y que aún escuchaban explotar las bombas y retemblar la tierra profunda que rodeaba el cemento, pugnando por romperle. Los dejaría allí un día, dos días, muchos, que se empaparan en miseria, que se impregnaran del sudor y de piojos de pueblo, y que aprendieran historia, historia viva, la historia de esta guerra miserable y puerca, la guerra de cobardías, de los sombreros de copa brillantes bajo los candelabros de Ginebra, la guerra de generales traidores asesinando a su propio pueblo fríamente y cobardemente. ¡Ah! Arrancarles a tirones sus bandas militares, las levitas y los sombreros de copa de las recepciones, arrancarles a tirones sus cascos de pluma, sus espadas, sus bastones con puño de oro. Vestirlos de pana tiesa, de dril azul o blanco, como los campesinos, o los mineros o los albañiles, y luego bien churretosos de miseria, tirarlos en medio de las calles del mundo con barba de tres días, con ojos pitarrosos de sueño…” p. 249
La forja de un rebelde es un emocionante relato de una vida vivida en años transcendentales y terribles para España y para Europa, de un hombre que toma conciencia de su situación en el mundo y decide libremente tomar partido. Huye a Francia escribe su libro allí y se exilia en Inglaterra.

¡Gracias Barea por tu elección y valentía, personas como tú nos faltan en el mundo! Hay que leer a Arturo Barea.

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